martes, 6 de julio de 2010

No les conté de los ríos de Tzimol

No les he contado mucho de los ríos de Tzimol. Hay una zona que le llaman “el ojo de agua”, ahí se supone que nace toda el agua de Tzimol. Ahí hay un río estrecho, pero con suficiente espacio y profundidad como para saltar en él. La única vez que fuimos saltábamos con la ayuda de los enormes árboles que salen de él, ya sea con una soga amarrada a ellos, columpiándonos tipo Tarzán, o subiendo a algunos de los troncos y raices y dando brincos hacia las zonas profundas del estrecho río. El agua era fría y deliciosa a la vez, espesa y muy fresca.

Cerca de ahí hay otros ríos, que no se si salen del mismo río del ojo de agua, pero se parecen mucho; a la zona la llaman “La Rejoya”. Entre los pequeños ríos que se pueden ver ahí hay grandes árboles, árboles de los que cuelgan ramitas blandas de las que salen hojitas verdes que dejan pasar la luz y crean muchas atmósferas hechas de muchos verdes, o que te dejan ver varios verdes, depende de que lado de los ojos se le vea. Ayer fuimos por segunda vez a ese lugar, los pequeños ríos eran un poco más grandes y avanzaban con una fuerza prudente, tal vez por los árboles. Lo tratamos de cruzar saltando por las raíces, pero luego metimos un poco los pies, y al final resbalando, dejándonos resbalar y hasta saltando en directo, nos sumergimos varias veces en él con todo y ropa.

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